domingo, 2 de junio de 2013

Zombi Ambulante de la vida real

Un hombre de Exeter, en el Reino Unido, creía haber perdido su cerebro y continuar con vida como un zombi durante 9 años, aunque este caso suene a fábula, existe un padecimiento que explica este tipo de conducta anormal.
Graham Harrison de 57 años, ex-contratista especializado en fontanería, es una de las escasas víctimas de una enfermedad de las más raras del mundo, El Síndrome de Cotard, quienes lo padecen creen haber muerto o que sus órganos internos han desaparecido, dejado de funcionar o muerto en su interior.

En el caso de Harrison, este afirma que su cerebro murió después de un intento de suicidio que cometió hace algunos años, la electrocución fue el método que uso en aquella ocasión, y después de este impactante acontecimiento en su vida, él asegura que su cerebro se chamuscó a causa de la electricidad.

Esta extraña dolencia fue identificada por el neurólogo francés Jules Cotard en 1880, sin embargo se conocen muy pocos casos hasta la fecha, el Síndrome Cotard es una forma de psicosis delirante semejante a la esquizofrenia, pero es la única que tiene una base fisiológica, su causa es un mal funcionamiento del giro fusiforme (porción del cerebro que reconoce rostros) y la amígdala (donde se procesan las emociones), lo que provoca una desconexión con la realidad severa.

A pesar de no disponer de una cura, Harrison parece haber superado la enfermedad luego de una terapia psicológica junto con el consumo de farmacéuticos y el apoyo de su hermano. Otro caso reciente de Cotard fue el reportado el 2008 en Filipinas, donde una señora de 53 años llamó al 911 para ser trasladada a la morgue, porque decía emanar un olor a pescado podrido y quería permanecer entre los cadáveres para no causar molestias, luego la señora fue enviada a los Estados Unidos para su tratamiento.

Harrison describe su experiencia de la siguiente manera:

"Me disgustaba. Yo no sabía como podía hablar ni hacer algo sin cerebro porque en lo que a mí respecta yo no tenía uno. Mi mente estaba en blanco. No podía mantener ninguna información en él. Nada me daba placer".

"Perdí mi sentido del olfato y el gusto. No encontraba razones para comer porque estaba muerto. Era un desperdicio de mi tiempo hablar porque yo nunca tuve algo que decir".

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